«Amores de Verano.»

Nunca he tenido un amor de verano. O al menos eso creo. Supongo que también es consecuencia de solo recordar los veranos que he pasado fuera de casa pero no poner el más mínimo ápice de atención en los que he pasado en mi ciudad natal, como si el verano no existiese sin vacaciones.
Si que recuerdo algún no-amor de verano, de esos típicos que nunca llegan a nada más que alguna mirada con intenciones o uno de esos tonteos inocentes de cuando eres un adolescente para el cual cualquier sentimiento es un aliciente que te hace sentir más vivo.
Supongo que el amor siempre ha tenido muchas versiones, al menos para mí, pues el amor busca cualquier rincón del corazón para encender en nosotros aunque sea una mínima llama de esperanza por la vida. Quizás debería reformularlo y decir que he tenido muchos amores de verano de muchos tipos. He conocido personas que han marcado mi vida y personas que se han llevado mi amor lejos con intención de no dejarme verlo nunca más. He coincidido con personas que me han envuelto el corazón entre gasas y otras que han atentado contra su integridad sin ningún miramiento hacia mi persona.
Nunca he tenido un amor de verano de esos que la gente conoce como tal, pero hace cinco años, cuando el mundo se me desmoronaba encima y no encontraba ninguna puerta que me sirviera como salida conocí a uno de esos grandes amores que te llenan el alma y reparan corazones a su paso. Uno de esos que hacen que revuelvas entre tus ganas de seguir y cojas impulso para desplazarte por la vida como si fueras inmune a cualquier tipo de agresión o duda. Un 26 de Agosto llegó a mi vida la luz y el color que le faltaban a mi mundo desde hacía mucho tiempo, llegó un ángel que reinició mis días y me dio la fuerza que necesitaba para perseguir mis sueños sin miedo al fracaso. Y es que el 26 de Agosto del 2018 nació mi hija y no hay amor más grande que el que tenemos ella y yo, así que podría decirse que ese es mi gran amor de verano.