—Escuchad esta historia, hermanos. Cuando allí desembarcamos, sentimos algo que jamás habíamos sentido. Quizá solo equiparable a cuando nos entregaron el mapa del viaje y vimos que estaban todas las tildes en su sitio. Lo cierto es que aquel territorio nos ofrecía posibilidades inverosímiles.
»¡Escuchad, mis hermanos! Hay vida más allá de vuestras banales vidas. Allí disfrutamos de unos banquetes que pondrían los dientes largos a cualquiera, vimos cocodrilos con alas blancas, rinocerontes que tenían diamantes en lugar de ojos, ríos por los que bajaba vino en vez de agua.
—No le hagáis caso. Está delirando —se susurraban entre ellos.
Mientras tanto, el pirata seguía con su efusivo discurso.
—Mientras vosotros estabais aquí con vuestras vidas simples y aburridas, nosotros vimos el sol bien entrada la noche, descubrimos peces que cantaban extrañas melodías, flores comestibles con sabores exóticos.
—No le hagáis caso. Está delirando —seguían murmurando.
—Creedme, hermanos. Degustamos manjares únicos, lo hicimos subidos en los nidos de los árboles; vimos arañas con lengua de serpiente...
—Y ¿qué más visteis, hermano? Sorpréndenos con algo diferente.
—Mmm... Vimos a España pasar de cuartos y ganar el mundial de fútbol.
—¡No le hagáis caso! ¡Está ebrio como un zopenco! ¿A quién pretendes engañar, pirata?
Justo detrás del pirata, con gesto irónico, en voz baja y entrecortada, murmuraba un compañero suyo:
«Pues van a flipar cuando les cuente lo de Chiquilicuatre».
Me ha encantado el cambio de tercio que le has dado al supuesto!
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes.