-Por aquí suele haber más peces, seré más valorado tras una gran captura y… espera, ¿Qué demonios? ¿Qué es eso? Gigantes embarcaciones con brillantes hombres. ¿Qué está pasando? Ni miedo ni fobia me dominan, sino la clarividente prudencia. Buscaré a mis compañeros cazadores a ver si veo bien. Hoy será un día memorable.
+¿Recuerdas lo que decía Josefonio? Pues es cierto. Inmensas barcas han desembarcado a hombres brillantes que besan tierras y se postran ante inauditos objetos.
x¿Quiénes son estas gentes? ¿Acaso no son dioses? Pero si no puedo entenderlos, ¿podría yo entender a los dioses más que a los extranjeros? Volvamos a la aldea. Algo desconocido ha aparecido y deben saberlo.
Ya eran tres los testigos, no podía ser casualidad o desvarío. Las gentes tenían miedo ante esto nuevo. El prudente líder decidió enviar a los ancianos con unos regalos y para ver si podían comunicarse. Su magnánimo corazón había sabido siempre lo que hacer y todos confiaban en su criterio. Pasó largo rato hasta que volvieron los ancianos.
A su vuelta, informaron de todo lo que había sucedido. Estos entes se sorprendieron enormemente al verlos, no esperaban esas ropas y las dos lenguas que se oían eran absolutamente nuevas para sus veteranos oídos. Los gestos dieron palabras, algún nombre y algo de afecto. Volvieron con manos no vacías. Extraños objetos que se pusieron sobre un tocón para ser venerados y observados. Pero lo más importante es que las gentes brillantes trajeron unas bestias de cuatro patas que parecían perfectas para transporte. Demasiadas emociones en tan poco tiempo.
Pasado un momento, el juicioso líder tomó a su séquito todo engalanado para interactuar y ofrecerles divino hospedaje. Las conversaciones fueron favorables y desplegaron junto a la empalizada unas sorprendentes casas portátiles. El principio de lo que parecía una gran amistad.