Esta historia comienza como cualquier otra, y como cualquier otra quizá aún no haya acabado. O quizá lo que voy a relatar esté sucediendo a la vez en muchos lugares, como una partícula de inmensidad encerrada en un bucle infinito.
La cuestión es que es agosto, y Madrid, como siempre sucede por estas fechas, quema y asfixia. Por eso, Naroa y su familia ponen rumbo al mar. Su madre al volante, su padre de copiloto poniendo banda sonora, y al lado, en el asiento trasero, su abuela Merche, tejiendo una manta amarilla. “Abuela, si hace calor, ¿por qué haces esa manta?” pregunta Naroa, “Porque el frío nunca avisa, hija, el frío nunca avisa”, responde su abuela mientras suena Let me out de Dover.
Naroa tiene 8 años y nunca ha visto el mar. Tampoco ha visto nunca un arcoíris. Su madre dice que de lo primero tiene la culpa su padre, y de lo segundo tiene la culpa el cielo de Madrid. Naroa aún no ha entendido del todo que es eso de la culpa, porque cuando se lo preguntó a su madre le contestó que ya lo entendería cuando fuera mayor, “¿Y cuándo seré mayor?” preguntó Naroa, y entonces su madre se puso a hacer galletas con forma de dinosaurio. Naroa pensó que tal vez su madre tampoco lo sabía, y cierto malestar le invadió al sentir que había podido provocar en su madre lo mismo que ella sentía cuando le preguntaban en clase algo que no sabía, y bajaba la mirada buscando desaparecer. Que irónico, porque a pesar de aun no entender qué era eso de la culpa, acababa de sentirla por primera vez. A veces sentimos cosas que no sabemos nombrar.
Mientras suena Just my imagination el Renault Clio azul eléctrico que compró su padre en aquel taller de Leganés conduce a Naroa a la más nítida e inverosímil aventura jamás vivida, en ese pequeño pueblo costero del que nunca había oído hablar, pero del que ya, jamás se olvidaría: Torremolinos.
Naroa siempre ha sido una niña muy lista, o eso es lo que siempre escucha decir a su abuela, “¿Por qué dices que soy lista, abuela?, si hay muchas cosas que no sé”, a lo que su abuela responde “Porque la gente más lista no es la que más sabe sino la que más cosas se pregunta"
Al llegar a Torremolinos Naroa siente que uno de esos lugares que siempre se imaginaba se había hecho realidad. Como cuando en Mary Poppins saltan dentro de un cuadro y consiguen visitar esos lugares que, hasta ese momento, solo habían existido en la mente de alguien. En este lugar Naroa se hace más preguntas que nunca, sin saber aún, que en ocasiones, hacerse preguntas ya es la respuesta.
Al llegar a la playa Naroa va hacia la orilla y encuentra una caracola, cogiéndola y llevándola a su oreja. Una vez en clase le dijeron que desde ella se podía oír el mar, pero Naroa no oye nada. De todos modos se la queda, porque quizá para que la caracola traiga el sonido del mar hay que alejarse de él. Después de un rato con sus pies sumergidos en la espumosa orilla y con miedo a ir más allá, se gira para volver con su familia, pero ellos ya no están.
Naroa piensa que su familia se ha ido al chiringuito, pero el chiringuito no está. Ni las toallas de rayas, ni las sombrillas de flores. En la playa no hay nadie. Siente una mezcla de miedo e incredulidad. Cree que está en un sueño y pellizca su cara para despertar pero sigue terriblemente despierta. Grita pero todo es en vano. Solo escucha el eco de su voz en la inmensidad del silencio. Hasta que, de repente, oye algo que viene desde dentro de la caracola. Lleva lentamente la caracola a su oreja y escucha una voz dulce y lejana que pregunta “¿Cómo se forma un arcoíris?”. Naroa da un respingo y se le cae la caracola, pero vuelve a ponerla en su oreja “Encuentra la respuesta y encontrarás la salida”
Corre por todo el pueblo, pero no encuentra a nadie, solo parece oír algo que llega desde una calle llena de arcoíris, tal vez allí estaría la respuesta. Encuentra muchos lugares en aquel colorido rincón, pero uno llama su atención y decide entrar. Su interior rebosa música y movimiento, y en un escenario de color fucsia una mujer baila. “¿Qué estás haciendo aquí, pequeña?” le pregunta otra mujer que estaba por allí. Ahora que la veía de cerca Naroa no sabía si era una mujer. Ahora qué lo pensaba bien tampoco tenía claro qué significaba exactamente ser mujer. “Estoy perdida, y necesito una respuesta” contesta Naroa. “Vaya, ¿y qué pregunta es esa?”, “Necesito saber cómo se forma un arcoíris” pregunta Naroa
“¡Anda!, pues eso te lo podrá decir el hombre del tiempo”, le responde mientras llama a la mujer que baila
Naroa no sabe si son hombres o mujeres las personas que están allí, pero no le importa, solo quiere saber la respuesta.
“El arcoíris se forma cuando la luz atraviesa la lluvia. A todos los que estamos aquí nos ha llovido mucho, por eso este sitio está lleno de arcoíris” escucha Naroa a lo lejos, mientras siente que se desvanece. Todo le pesa. No puede caminar. Todo es negro.
Naroa abre los ojos. Tiene 28 años y acaba de despertar del coma que le dejó un accidente de moto. Que curioso que el último sueño antes de despertar haya sido aquel viaje que hizo a Torremolinos cuando era niña. El sueño distorsionó el viaje, obviamente, pero ordenó toda la vida de Naroa.
Todas aquellas preguntas sobre si misma acumuladas durante años se han respondido de golpe.
Todas aquellas veces que su abuela le preguntaba si era feliz.
Ahora solo quiere hablar con Martín, su novio, y ser honesta con él, porque ya, por fin, ha sido honesta con ella misma.
Ya es hora de que deje de llover.
Es un relato bonito y profundo que te hace reflexionar.
Enhorabuena :)
Las referencias musicales, la mezcla entre realidad y ficción de la protagonista y el arcoíris como identidad de telón de fondo.
¡Enhorabuena!
Me ha encantado como entremezclas la realidad y la ficción sin pestañear.
El giro final es brutal y la última frase muy reflexiva.
Enhorabuena compañera!!
Saludos Insurgentes