Los truenos eran aterradores y el cielo se iluminaba como si los relámpagos fueran enviados por el mismo Poseidón. El oleaje era tan feroz que mantener el equilibrio dentro del barco era misión imposible hasta que una ola de gigantescas dimensiones engulló el navío como monstruo que devora a su víctima.
Todo se fundió a negro, una oscuridad mucho más profunda que la propia noche. Lo siguiente que recuerdo fueron sus ojos color miel y su miedo al verme despertar, cayó hacia atrás del susto quedando sentada en la arena blanca de esta playa cristalina hasta que otros miembros de su tribu se acercaron.
Recelosos me llevaron hasta una de sus cabañas para proporcionarme todos los cuidados necesarios, curaron mis heridas y con brebajes vitamínicos recuperaron mis fuerzas. Ella, con su larga cabellera negra y su mirada temerosa me ayudaba en todo lo que necesitaba e intentaba enseñarme su lengua para poder comunicarme con ellos. Con el paso de los días nuestras miradas se buscaban con más intensidad y cuando Eluney, así se llamaba, perdió el miedo a tenerme cerca, comenzamos a pasar algunos ratos a solas; unas veces la ayudaba en las labores del campo y otras, simplemente, dábamos largos paseos a la orilla del mar contemplando bonitos atardeceres.
Poco a poco fuimos enamorándonos, aunque yo ya sentí el extraño cosquilleo de las mariposas en el estómago en el mismo instante en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Por eso no tardé demasiado en desechar la idea de que otro barco español se acercara a estas costas y me rescatasen.
Eluney, que significa “regalo del cielo”, fue el verdadero regalo de mi vida, por ella olvidé mi mundo y me convertí en uno más de la tribu y junto a ella permaneceré hasta el fin de mis días.
Love is in the air!! Je, je,je.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.