«En un asteroide»

Me puse a lomos de un asteroide que vino a buscarme cuando destrozó a mi gato dejándolo con las tripas encima de la parrilla. Mi tío me dijo que podían saber suculentas a la hora de la paella. Le dije que sí con la cabeza y que si le corría prisa, por supuesto, se las comiera todas sin mi. Yo tenía una misión especial porque curro, no tengo y no sé si llegaré a tener uno pero puedo tirar del dinero de mi familia y no pasará absolutamente nada. Puedo subsistir de momento al capitalismo sin problemas. Ya cuando tenga setenta años, creo que me lo pensaré mejor pero de momento, no problemas al repecto. 
Me fui a por la correa, una manta, me subí encima y grité, venga perra, ya te he montado así que larguémonos de este sitio. La muy cabrona, no supo despegar. Llamé al menda del remolque y despegó. Dejándome a mi a dos velas como una comida que se me hacía de todo menos apetitosa. Hacía un calor que te cagas y me preguntaba si había visto demasiado cine y había leído demasiada literatura pensando que en realidad, la vida tiene que ser más divertida y emocionante de lo que realmente es. 
No hay guías y fantasías a seguir en esta vida. Que te quede claro. No soy mago, así que un plato es un plato y mi vida, es una vida más. Léete todo lo que quieras de filosofía o menciona a quien quieras. Eso le gusta decir a la gente cuando en realidad, nadie tiene tanta paciencia salvo la que cree que un trabajo honrado y un esfierzo sin límites es lo que más recompensa tendrá. De dinero sí. De reconocimiento, también. Pero de exploración, no mucha.