«Encuentro inesperado»

La luz de la luna incidía sobre la superficie marina con feroz fulgor. El chico miraba sin ver el fondo pintoresco sobre el que vagaban sus resabiadas reflexiones en un rincón y en una hora idónea para regodearse en la tristeza de su desabrida ruptura. Esta vez no buscaba nuevas ideas para sus novelas, sino simplemente olvidarse de que existía, de que era alguien, y fundirse con la Nada de la impersonal naturaleza. De repente, unas ramas crujen cada vez más cerca con acompasada parsimonia desatando una cólera irracional en su marchito corazón.

— ¿Quién osa perturbar mi éxtasis deletéreo en esta oscura hora de olvido?
— Quién habla así hoy día, tío, relájate.
Esa respuesta inesperada le dejó perplejo.
— ¿Hablar? ¿Es que acaso esa regurgitación incesante de palabras hueras y vanas que se hace hoy día es hablar?
— Supongo que sí. ¿Me das una cerveza caliente de esas?
Se inclinó hacia delante como sin ganas dejando salir un quejido exagerado por su boca.
— Ahí tienes.
Agarró la chapa de la cerveza con los dientes y la abrió de forma un tanto salvaje. Y como veía que ese huraño y taciturno ser no estaba por la labor de hablar comenzó a soltar un extenso monólogo sobre sí misma. Tras escuchar largo rato sin aparentar interés en sus palabras le interrumpió para confirmar:
— Así que esta noche tú también tienes necesidad de purgar un desengaño amoroso.
La locuaz chica comenzó a exponer sin reparo sus más aciagas experiencias en ese tortuoso campo.
— Al fin y al cabo, la mayoría de los humanos tienen una idea muy egoísta, sesgada y libidinosa del amor, el Amor es otra cosa —terminó por concluir.
Entonces, una mirada de complicidad cruzó entre sendas miradas acogidas en una atmósfera de apacible novedad.