Ya estaba hecho.
Los invitados se agrupaban en la cocina mientras miraban atónitos el cadáver ensangrentado del salón.
Ninguno dejaba de observarse entre ellos, con la mirada aturdida, confusa y con un miedo atroz. Las manos temblorosas y el miedo generalizado se hacía visible.
Nadie entendía qué acababa de pasar en la cena. Estaban bien, Mary, había mejorado notablemente. Los médicos dijeron que su recuperación había sido milagrosa. Que ya no tenía demonios internos. Que estaba curada…
No se podían creer que le hubiera vuelto el brote psicótico y que acabara apuñalando a su padre, así, de repente.
Ese que había sido tan cariñoso de pequeña, tan dulce…
“Su chica especial” le llamaba a solas.
Más especial que su madre, pues a ella, hacía años que no la tocaba.
Y allí estaba ella. Cubierta de sangre sin dejar de apretar el cuchillo contra el corazón de su progenitor.
Estaban asustados.
No sabían con exactitud, cuántas puñaladas le habría asestado, pero puede que más de tres docenas antes de asestar la mortal.
Pensaban que, en cualquier momento, se abalanzaría como un animal a por otra pesa. Pero no sucedió nada.
La muchacha retiró el cuchillo, lo dejó a un lado del muerto, se incorporó y se sentó a esperar a que vinieran a buscarla.
Ahora, ya no había ningún monstruo que la pudiera aterrar como había estado pasando, toda su vida…
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes