Escuché por sexta vez el mensaje de audio que Paco, mi editor, me había enviado por WhatsApp. Se me revolvieron las tripas de nuevo. No importaba las veces que lo escuchase, esas cosas siempre me resultaron indecentes. También lo era la cantidad de dinero que se pagaba por exhibir tus miserias en público. Y yo necesitaba dinero; efectos secundarios de mi adicción al póker.
Por sexta vez lo descarté mentalmente, pero esta vez lo borré.
Unos segundos después, me entró un mensaje de un número desconocido. Una foto de mi sobrina Paula saliendo del colegio con tres de sus amigas. Sonreí pensando que mi hermana me lo habría enviado desde el móvil del trabajo.
La foto desapareció y la sustituyó un mensaje. "Si no pagas tu deuda, tu única decisión pendiente es: ¿en cuantos trozos quieres recibir el cadáver de esta preciosidad? Tienes 48 horas".
El teléfono resbaló entre mis dedos haciendo un ruido sordo al golpear la alfombra. Cuando lo recogí, cualquier rastro del mensaje y del contacto que lo había enviado habían desaparecido.
Entre la ira y la impotencia, aún con las manos temblorosas, marqué un número de memoria.
- Víctor, ¡qué sorpresa! ¿Qué me cuentas?
- Dile a ese gilipollas que participaré en su basura.
Colgué antes de que respondiera. Al otro lado, Paco esbozó una sonrisa.
En ese momento, aún no sospechaba que una docena de microcámaras poblaban mi casa registrando cada movimiento, cada conversación. Llevaban ahí ocho semanas. Exactamente desde la última reunión en el despacho de Paco. El día que me propuso participar en el reality y después, tras la cuarta cerveza, me propuso ir a una partida de póker en la que me limpiaron 40.000 euros. "Fucking life" ya había comenzado a grabarse. Sólo faltaba mi firma en el contrato para poder emitirse.
El giro de tuerca en el final es brutal!
Enhorabuena
Saludos Insurgentes.