«Helado de menta y chocolate»

- Un corazón roto no se cura con helado de menta y chocolate, espero que yo sí pueda hacerlo. - Le dijo el heladero mientras se sentaba a la orilla del río junto a Marta.
Ella lo miró a través de sus grandes ojos color avellana y esbozó su primera sonrisa, después de varios meses sumida en la más profunda tristeza, mientras inclinaba su cuerpo hacia el del muchacho que había conseguido devolver el brillo a sus ojos con tan solo un roce de manos.

Minutos antes ella había salido de la casa donde había decidido sanar su maltrecho corazón, en un pueblo que no conocía y tras varios días encerrada soltando todas las lágrimas que aún tenía dentro.
Mientras paseaba algo la impulsó hacia un carrito de los helados, allí se quedó embobada con la mirada perdida entre los sabores frescos del verano y sin haberse percatado si quiera del chico que le preguntaba qué sabor quería.
Nico se dio cuenta al instante que aquella chica, que debía ser un par de años más joven que él, andaba con la mente perdida, preparó un cucurucho con su sabor preferido, menta con trocitos crujientes de chocolate negro, sabía que era un sabor que no gustaba a todo el mundo pero tampoco tenía mucho que perder al intentar llamar la atención de aquella muchacha de la que no podía apartar su mirada.

-Toma, un helado de mi sabor preferido. Espero que encuentres la calma que tu alma busca. -Le dijo el heladero mientras tendía su mano ofreciéndole el dulce.

Lo que ninguno de los dos esperaba era que una pequeña descarga les haría estremecer con el roce de sus manos. Él sintió que necesitaba acercarse a ella y ella notó cómo su corazón comenzaba a sellar las grietas que le causaban tanto dolor.