El capitán se puso en pie furioso.
- ¿Cómo es eso posible? Te dije que dosificaras los víveres de las bodegas.
- Y eso hice, mi señor. Pero incluso así, solo hemos conseguido retrasar el temido desenlace un par de días. Todo nuestro esfuerzo ha resultado ser en vano. – Replicó el oficial, agachando la cabeza, en de sumisión. – Los ánimos están muy caldeados ahí arriba por lo que deberíamos andarnos con pies de plomo.
- Está bien. Vamos a hacer lo siguiente. – Propuso el capitán. - Busca a los dos hombres que menos necesarios sean para el correcto funcionamiento del barco y tráelos ante mí. Esta tarde los haré pasar a cuchillo y tendremos comida para varios días.
La cara de asombro del oficial no tenía precio, pero aceptó el encargo que se le había planteado sin rechistar.
Estaban los dos tripulantes ya preparados en proa, con las manos atadas y los ojos vendados, para salvar con sus vidas las de los demás, cuando la voz del vigía, desde lo alto del mástil de proa, se escuchó con más fuerza que nunca a lo largo y ancho del océano.
- ¡Tierra a la vista!
Los allí presentes salieron corriendo hacia la proa, dejando atrás a sus mártires compañeros. Era verdad, un nuevo mundo se abría ante sus ojos. Habían conseguido evitar una situación de canibalismo para cenar y, posiblemente, habían logrado su objetivo de probar que la vida se extendía más allá de Finisterre.
Ahí es na!
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.
Buen relato.