Cuando llegó la noche, supo que se largaría de aquel pueblo que aún no conocía del todo. Haría la maleta, buscaría un tren a cualquier parte y empezaría de nuevo. En su cabeza seguía rondando la conversación que tuvo con el hombre que pasó por el restaurante durante el día anterior.
- Se acerca Halloween. – Le dijo.
- Un inventó yanqui. – Contestó.
- Cierto, pero aquí sobrevuela el espíritu de Maripa
- ¿Y quién es Maripa?
- El que sale de su tumba para comerse tus tripas.
Contó que Maripa se perdió en el bosque una mañana de difuntos y sólo encontraron sus botas junto a un ciervo destripado y una rama de laurel. Desde entonces todas las casas del pueblo amanecen con laurel en su ventana los primeros dos días de noviembre.
- ¿Y quién no pone el laurel?
- Amanece con las tripas rotas y muere entre convulsiones.
- Tonterías.
Esa noche se celebró en el pueblo la fiesta del laurel. Se repartía una rama de laurel a cada vecino, se bebían unas copas de orujo y se encendía un fuego mientras la banda tocaba unos acordes. Él se bebió el orujo pero rechazó el laurel.
- Cuando escuches golpes en la ventana, sal corriendo.
Los golpes no cesaron durante la noche. Acosado por el miedo, aguantó la jornada entre dudas y lamentos. El laurel estaba agotado y la segunda noche fue aún peor. Por ello decidió marcharse. Se levantó con el alba y, cuando abrió la maleta, sintió un dolor punzante en la boca del estómago. Vomitó un hilo de sangre y se arrastró en búsqueda de alivio. La ventana seguía desnuda, en la calle no se escuchaba un alma y en el espejo del baño un rostro que no conocía le devolvió una sonrisa de satisfacción.
Al protagonista le mató la incredulidad.
Un buen giro final!
Enhorabuena.