La ninfa pelirroja de ojos verdes - Puri Escuredo
Puri Escuredo

«La ninfa pelirroja de ojos verdes»

998 palabras
8 minutos
43 lecturas
Reto creativo «Historias de verano»
Amores de verano. ¡Qué amores! Cuenta uno que nos haga sentir muy adentro.

Nadie preguntaba cómo nos sentíamos los que estábamos en el pueblo cuando venían los veraneantes. Nadie me preguntó nunca. Ellos venían emocionados, reconquistando sus dominios. Nosotros teníamos que adaptar nuestras vidas a ellos. No se podía hacer ruido por las mañanas porque ellos estaban de vacaciones; había que aguantarse si por la noche se tiraban hasta las dos o las tres de la madrugada contándose chistes a viva voz. Nosotros teníamos que levantarnos temprano porque al ganado hay que atenderlo a su hora, al huerto hay que ir pronto a regarlo y así todo. Ellos eso no lo veían o no lo querían ver. Nosotros no estábamos de vacaciones. Precisamente en verano es cuando más trabajo tenemos en el pueblo.

Se descontrolaban los horarios de las comidas. Las comidas eran diferentes porque al primo no le gustaba, por ejemplo, la leche de la vaca. Y yo me preguntaba ¿y de dónde coño era la leche más que de la vaca? Pues había que hervirla varias veces y quitarle la nata, echarle mucho azúcar y ni aun así le gustaba. Había que encargar leche de esa en cartones para que el señorito desayunara. Había muchas más cosas a las que hacía ascos y había que hacerle comida especial. En fin, un mamarracho, un impertinente y un flojo es lo que era.

A mí nadie me preguntó si me gustaba que estos parientes de ciudad que venían con ropas y acentos diferentes invadieran mi espacio. Yo tenía que dejar mi habitación y dormía en una cama plegable en la de mis padres. Había que compartir el único cuarto de baño con otras tres personas, como si los de casa no fuésemos ya demasiados; un engorro.

Hasta que un verano todo cambió. A veces pienso que igual la que cambié fui yo. Aquel primero de agosto esperábamos a mis tíos y a mi primo como siempre, con las camas preparadas y la casa desempolvada. Llegaron justo cuando volvía el rebaño al anochecer. El coche caliente de tantos kilómetros, lleno de polvo y mosquitos pegados. Yo miraba con algo de fastidio los aspavientos de mis padres y mis tíos. Abrazos y besos.

Hasta que se bajó ella y todo se paralizó. Desaparecieron los balidos de las ovejas, el polvo del camino y las voces de los adultos. Una especie de visión de túnel se apoderó de mí y solo la veía a ella. El coche era una carroza real, el suelo era una alfombra mullida y yo pensé que el suelo se me movía. Me subió un calor enorme desde los pies hasta la coronilla. La ninfa me miró a los ojos y me sonrió y yo sentí que me elevaba unos centímetros.

Uno de mis hermanos mayores pasó a mi lado y me sacudió. Lo vi acercarse y besar en las mejillas al ángel pelirrojo de ojos verdes. Entonces mi primer pensamiento fue cual sería la mejor manera de matarlo si volvía a tocarla. Tan repentino, tan salvaje, tan certero apareció el amor en mi vida. Un amor que me dislocó todas mis creencias, todo lo que yo pensaba que tenía que ser mi primer amor. ¿Cómo podía ser que sintiera aquello por una chica? Había oído hablar de gente que se juntaba con los de su sexo, pero se hablaba de ellos, casi siempre eran hombres, como desviados, algo que era antinatural y por supuesto, un pecado.

Corría el verano de 1976. Nací y me crie en un pueblo aislado del interior de la península. ¿Ahora lo entendéis? Bien, sigamos.

La chica había venido con mis parientes porque había estado enferma todo el invierno, su piel era casi transparente y sus facciones muy delicadas. Les habían dicho que pasar unas semanas en un pueblo y respirar aire puro le vendría bien. Sus padres no se podían permitir pagar unas vacaciones y eran muy amigos de mis tíos, así que estos se ofrecieron. Me trajeron un regalo, sin ellos saberlo, me hicieron el mejor regalo de mi vida.

Oí a mi primo aquella noche hablar con mis hermanos, machotes todos, de que era un fastidio cargar con la niñata enfermiza. Me ofrecí a entretenerla. Me miró con sorpresa, pero aceptó encantado. También hubo que reestructurar la intendencia porque no iban a hacer dormir a la joven con mis hermanos o mis padres. Dormiría conmigo, en mi cama.

Recuerdo que aquella noche en el baño me froté tanto para intentar igualar el color de mi antebrazo y mi cuello, muy morenos, con la blancura del resto de mi cuerpo, que luego me escocía todo. Me unté con Nivea para oler bien. Ella olía a talco y a mandarina. Desde aquel verano las mandarinas son mi fruta favorita.

Aquella primera noche apenas dormí. Hablamos mucho; ella lo necesitaba. Echaba de menos a sus padres. Lloró un ratito y yo la consolé entre mis brazos. Ya casi amanecía cuando se durmió y pude recrearme en contemplarla entera, sin tapujos. Recé aquel día dando las gracias a Dios con fervor.

No sabía qué había hecho yo para merecer aquello, pero lo acepté, igual que acepté las cosas que no habían sido tan fáciles en mi vida hasta aquel verano. Pensé que me lo merecía, que ya era hora de que me tocara algo bueno.

Tuve la suerte de ser correspondida. Mi ninfa me quiso de una forma muy natural. Nos amamos aquel verano en los prados verdes, bajo los robles, bañándonos en el río y en la cama cada noche. Ella recuperó el color y las fuerzas. Su cara y sus brazos se llenaron de pecas; yo las conocía todas porque eran el mapa que seguía a cada momento.

El agosto se acabó y se marcharon los veraneantes y, por primera vez en mi vida, lloré cuando los vi marchar. Me sentí desgarradoramente abandonada. Aquel invierno le escribí cartas inflamadas de pasión. No hubo respuesta. Nunca volvió como pasa con la mayoría de los amores de verano, pero todavía hoy la recuerdo con mucho cariño.

Puri Escuredo
Nacida en Bilbao en 1970. Casi nada, tengo más de medio siglo encima, debajo y por los lados. Hija…
Miembro desde hace 2 años.
16 historias publicadas.

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Luz
03 jun, 12:32 h
Que bien relatado y refleja totalmente el sentimiento de ese primer amor tan intenso que nunca se olvida.
Puri Escuredo
04 jun, 06:50 h
El primer amor arrasa porque nos pilla desprevenida... Gracias por tus palabra Luz
elinsurgentecalleja
06 jun, 00:02 h
Cómo cambia todo, cuando llega el amor verdadero.
Precioso relato, lleno de amor y ternura.
Los amores prohibidos, son los más queridos.
Saludos Insurgentes
Puri Escuredo
06 jun, 07:26 h
Eso es, nos enseña tantas cosas sobre nosotras mismas cuando aparece.
Gracias :-)
Mikel M
08 jun, 06:51 h
Quizás el que más me ha gustado de tus 3 relatos (no sé si habrá más).
Está muy bien relatado, Puri :)
María Aguilar
09 jun, 09:45 h
Que tierna, me ha encantado, muy fácil de leer. Felicidades Puri
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