Estaba guayando yuca. Macorix entretenía a su hermana con las viejas conchas del Lambí. De repente se acercó a mí muy pálido. Asustado. No conseguía hablar y señalaba el agua. El mar. Busqué con la vista a Casin y la vi distraída con la arena y las conchas. No era tan grave. Pero insistía con su dedo y sus ojos asustados. Tapé la yuca para que no se pusiera negra y corrí. Corrí al mar.
Vi una gran montaña. Otra. Otra. Estaban allí, flotando en el agua. Y más arrimada una yola. Venían hombres envueltos. Monstruos grandes. Tapados como mi yuca. Monstruos flotando en el agua.
Arrastré a Macorix y tiré de su hermana. Corrí gritando. Gritando conté que teníamos grandes monstruos flotando en el agua. No me detuve. No recordé la yuca ni las conchas. Corrí hasta llegar a Cueva Profunda. Mi corazón latía furioso. Estaba muy cansada. No sé si me dormí. No sé si todo fue un sueño. Allí estaba todo rojo. Vi grandes animales con piernas largas, grandes ojos y pelo negro que le recorría el lomo. Vi esos hombres de piel color de arena y ojos como el mar. Gritaban. Sacaban sangre de todos los que intentaban parar sus pies. Tenían armas de ruido. Y luego silencio.
Soñé. ¿O no fue un sueño?
Muy bueno, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.