El calor era infernal. El sol, haciendo las veces de director de orquesta estival, me lanzaba con su batuta rayos sin clemencia obligándome a sentir cada poro de mi piel. Carmen y Pili, días antes, me convencieron a mis 63 veranos (que no primaveras), con un discurso casi reivindicativo, de que tenía que librarme de la parte de arriba del biquini.
- Loli, cariño, deja que respiren. ¡Que vean mundo y que el mundo las vea! ¡Las vergüenzas son para la juventud! - gritó Carmen poseída por un espíritu ibicenco setentero.
- ¿Quién sabe, mujer? ¡Quizás el mozo de las Coca-Colas te dé algo más que el cambio! - explotó en carcajadas Pili mientras nos deleitaba con unos aspavientos exagerados.
Y ahí estaba yo sobre el pareo turquesa que me trajiste de alguno de tus exóticos viajes. Mis pechos y yo mirando ese pulcro cielo de agosto en horas centrales. Me sentía observada aunque nadie me estuviera mirando. Decidí echarme crema. Empecé por el abdomen. ¡Estaba helada!
Me recordó al gel que me echaron en tu primera ecografía. Los ojos de tu abuela. La bofetada de tu abuelo. Las excusas de tu padre, por llamarlo de alguna manera. Si hubiera sabido que aquella sería la última vez que sabría de él le habría dicho tantísimas cosas…
Las noches sin dormir. La coleta que te hice el primer día de colegio. Tu cara cuando te pillé con tu primer novio. Mi cara cuando me presentaste a tu primera novia. La crisis. Los dobles turnos. Nuestro abrazo en el aeropuerto cuando te fuiste a buscar nuevas oportunidades. Mis ansias por que volvieras cada Navidad. Tu intensa forma de vivir.
¡Esta crema no solo huele a coco! ¡También te hace viajar a la velocidad del rayo!
- ¡Mira quién viene por ahí!
- ¡Mozoooo! ¡Una Coca-Cola!
Saludos.
Guiños metafóricos y reivindicativos.
El final es brutal!
Marchando una Coca -cola fresquita!
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes