«Nostre Mare»

El mar era maravilla que para quien convive con el día sí y día también se le olvida lo grandioso que es en todos sus aspectos. Tiene tantas características favorables y hermosas que incluso nombrando las detenidamente una por una no le estaríamos haciendo suficiente justicia; pero si hay una que yo, a nivel muy personal, destaco es la capacidad sanadora que el mar posee y que muy pocas otras cosas en el mundo pueden, ¡A plantearse siquiera! Competir.

Y me explico: Puedes estar con el pecho contraído, con la mente llena, con las lágrimas al desborde y ver el mar, sentir la libertad, oler la sal, la vida que alberga, puedes sentir sus olas y oír el choque de las olas y las melodías de las gaviotas. Y sentir como todo aquello que te llena el pecho y la mente desvanece, como la sal en el agua.

El mar era la solución de todo, y mi tatarabuelo, Don Paolo Serra, vio en las aguas del mediterráneo la libertad de su familia, la solución al hambre, al frío y a la pobreza. Vio el negocio millonario para sus hijos, y los hijos de sus hijos, y los hijos de sus nietos hasta llegar a mi hermano Sirmione Serra, borracho ocho días a la semana y cuatrocientos días al año. Y más que dispuesto a hundir a su familia, reputación y negocio, por mujeres de mil camas y una botella de whisky.

Pero se había acabado cuando el mar tragó su cuerpo después de que, sin querer quererlo, la barca se hundiera. Tan lejos de la costa que nadie pudo ayudar ni tan siquiera su hermano lo pudo salvar, del mar, del odio, del resentimiento... Simplemente vi al borracho de mi misma sangre irse y nunca volver. Salvado me sentía.