El olor a tomillo y romero recién cortado, a limón fresco.
Me encantaban aquellas tardes en las que, en el patio de la casa de mis abuelos, arreglábamos las aceitunas. Cientos y cientos de olivas en aquellos barreños gigantes donde mezclábamos los ingredientes y donde nuestras manos se entremezclaban también para darle bamboleo a todos los ingredientes. Nunca olvidaré aquellos momentos junto a ellos, aquellas sensaciones, aquellos sentimientos que jamás he vuelto a sentir.
Sin embargo, ahora, tantos años después, todos esos recuerdos los tengo más presentes que nunca, los siento como nunca antes lo había hecho. Sé que pronto volveré a revivirlos.
Ocho hombres a diez metros de distancia de nosotros nos apuntan con sus armas. Somos considerados traidores, traidores por no pensar igual y mostrar respeto frente a quienes ellos consideran un dios terrenal. No les tengo miedo, no temo a la muerte porque sé que ella me llevará de nuevo a su lado y yo los he echado tanto de menos.
Su general les da la señal y yo miro al cielo, al lugar donde me reuniré con ellos. El sonido de los disparos hace que cientos de pájaros salgan despavoridos de los árboles. Varias balas me alcanzan, una de ellas en el corazón.
Nuevas y desconocidas sensaciones me invaden.
Siento que tres personas se acercan por detrás, me giro, están ahí, esperándome con los brazos abiertos. Por fin puedo fundirme con ellos en ese abrazo infinitivo que tanto anhelaba.
El olor a tomillo y romero recién cortado, a limón fresco; el olor a familia, a felicidad.
Enhorabuena, Patri.
Saludos Insurgentes