¿Qué edición es? La séptima. Claro, ya no sabrán a quien llamar. Y la Mónica, esa fantástica representante que no me llama desde hace meses, se atreve a decirme: ¿por qué no?
Porque no soy carne de cañón, soy periodista del corazón. Yo soy el cañón. Pero también soy realista. Quizás ésta sea la última oportunidad de volver a la palestra.
Pero, ¡malditas las ganas! Tener que hacer el bobo todos los días delante de las cámaras. Y como me expulsen a la primera, adiós al chollo. Al premio no aspiro, ya hay favoritos para llevárselo. Va algún peso pesado que cuenta con legiones de fans. Pero el tiempo que aguante significa más dinero y más minutos te tele. Y eso sí que es oro verde. Tengo que hablar con Lucía para que me eche una mano desde plató.
Aun así, tengo que hacer cosas que enganchen. Mejor dicho, tengo que ser alguien que enganche. Y todo está planeado: están creando las tramas antes de comenzar. Porque concursa gente que me la tiene jurada por algunos reportajes que publiqué en su día. Y no les perdí ni una demanda. La confrontación está garantizada.
Dios, ¿seré capaz de resistir? ¿La gente se pondrá de mi parte? Estrategia, necesito estrategia. Ya sé: contaré mis historias de noches locas, sexo, alcohol y drogas. Y algún escarceo sexual, por supuesto. Pero en plan mujer rehabilitada. Si luego me sorprenden en el mismo rollo: recaída. Pero lo sigo intentando eh, eso siempre.
Si me expulsan al principio, también puedo rascar algo. Me invitarán a los debates, y ahí también puedo dar algo de juego. A ver si me amigo con algunos colaboradores, y voy haciendo hueco. Ya lo sé, lo importante es estar ahí. Meter el pie e ir abriendo.
Que tiemble España, allá voy.
Saludos Insurgentes.