¡Uf, qué sudor! Un baño estaría genial. Me levanto de la toalla, me aproximo a la orilla y carne de gallina. Meto los pies en el agua, el calor desaparece dando paso al invierno en agosto. Media vuelta y a la toalla otra vez. Es lo que tiene el Cantábrico.
Me tumbo boca abajo a ver si me traspongo un ratito. Esta postura nunca me resulta cómoda. Consigo cerrar los ojos no más de diez minutos, o eso creo yo. Me desperezo y me planto las gafas de sol.
Tengo una sensación extraña. Miro a mi alrededor y no hay nadie. Cuando me he tumbado la playa estaba llena de gente y... ¿dónde están los surfistas? ¿Dónde está el mar? Estoy rodeada de arena y algún arbusto aislado. Vamos, esto de playa poco; desierto más bien.
A lo lejos diviso dos figuras a priori humanas. Me dirijo hacia allí agitando la mano en el aire como para anunciar mi presencia, no vaya a interrumpir.
Un hombre con pelazo y barba escucha atentamente a su interlocutor que... ¿tiene rabo?
— Si de veras eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
¿Qué broma es esta? Mateo 4 versículo 3. Y yo en tanga.
El diablo se gira, me mira y se enciende.
¿Quién tienta a quién?
Je,je,je...me ha encantado...el giro final es brutal.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes