No reconozco esos ojos brillantes que me miran desde la oscuridad. Pero está claro que ellos a mi sí, y me miran con furia. Lo entiendo, en mi vida he hecho cosas terribles y me he ganado innumerables enemigos, pero sigo sin reconocer al que tengo enfrente. Casi puedo notar su ira en la mirada, el calor de su odio.
Es una noche oscura, de luna llena, pero oculta tras las nubes que se mueven lo justo para dejar pasar un hilo de luz que se cuela a través de los cristales rotos de la ventana tapiada. Puedo ver su cuerpo blanco bien formado, incluso sus cicatrices; pero su rostro sigue oculto. Solo sus ojos siguen brillando. Puedo ver como algo se mueve tras él. Una pata alargada y peluda se asoma desde la espalda, luego otra, y otra; hasta ocho patas abrazan la silueta de aquel hombre como si de una araña gigante se tratase. La nubes siguen su camino por el firmamento estrellado y la luz de la luna se filtra cada vez más en la habitación, poco a poco. Primero puedo distinguir el cuello, completamente tenso con las venas marcadas. Luego la luz sigue subiendo y veo su dura mandíbula y su boca torcida en una sonrisa acusadora. Las nubes se alejan del todo y la claridad irrumpe en la habitación. Puedo al fin advertir que estoy rodeado de escombros y suciedad de un mugriento dormitorio de una ruinosa casa. Miro de nuevo al frente y entonces lo veo, estoy frente a un espejo.
Buen relato. Ya está votado.