Mientras Marga abre el horno para sacar el pollo, fuera en el salón no hacen más que discutir y atacar a María. Marga prefiere reservar su opinión, lleva años siendo ama de casa. Su sinvivir ha sido siempre mantener todo a punto: limpieza, compra, comida, niñas, colegio, y su marido...todo. Coge las manoplas, abre la puerta, se hace a un lado para dejar salir el ardiente vapor. Se ajusta el delantal y coge la bandeja para dejarla en el banco de la cocina. Cierra el horno. Otro de los gritos de su marido le sobresalta. Cierra los ojos y respira profundo. Con el cuchillo y el pincho de trinchar se dispone a trocear y repartir el pollo.
—¡Por encima de mi cadáver! Si ese es el futuro que eliges prefiero no verlo.— De nuevo su marido imponiendo su ley en el hogar.
De repente un grito de dolor les hace callar y correr a la cocina. Marga ha atravesado su mano izquierda con el cuchillo. La sangre a borbotones invade el pollo. Su hija mayor deja al bebé en la cuna y se apresura a retirarle el cuchillo de la mano que aún está clavado sobre la carne equivocada. Petrificada la mirada de Marga sobre su propia sangre. Su hija María abraza a Marga para hacerla volver en sí. Su marido dándose media vuelta continúa en voz alta:
—¡Menudo cumpleaños me estáis dando entre todas…!
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.