Mi madre no engendró a un derrotista. He ido dando tumbos de barco en barco con funestas recomendaciones, pero siempre indemne. ¿Acaso es hoy mi hado? Nombre ya no tengo, aquí ya sólo nos comunicamos a gritos, ¿qué se podía esperar de la chusma de los puertos? Gritos, pese a la firme entereza de nuestro almirante. Él, peor que todos, pero si lo estuviera, estas viejas maderas terminarían por romperse, ¡bastantes astillas y clavos destacan! Ruina de nuestras ambiciones, nos creímos mejores que los antiguos sabios, ¿¡Cómo va a ser esférica!? No, no me tiraré por la borda, como otros intentaron, ni apuñalarme en mis sueños. No, yo no. ¡Siempre a pie firme!, aunque sepa que no hay remedio. Mar de mis azules, antes te amaba, ahora sólo eres infinito.
- ¿Qué es eso? Espera, no es po… po… posible. Es… es… ¿tierra? Tierra. TIERRA. ¡TIERRA, TIERRA, TIERRA! ¡Eh a mí, compañeros náuticos! ¡Mirad ahí delante! Se acerca la Firme. ¡Hemos vencido! ¡Avisad al almirante!
+¡TIERRA!
<¡TIERRA!
>¡TIERRA!
:¡TIERRA!
;¡TIERRA!
=¡TIERRA!
#¡TIERRA!
¬¡TIERRA!
&¡TIERRA!
%¡TIERRA!
Ante tanto griterío, el almirante, preocupado por un posible motín, abandonó sus agonías y, con todas sus fuerzas, cargó contra la puerta decidido a poner orden todo preocupado cuando lo oyó: “TIERRA, TIERRA”. Su alegría era tan inabarcable que se desmayó y, recompuesto de un salto, empezó a abrazar a todo aquel con quien se cruzaba. Abrazos y alegría, regocijo y afecto, victoria y satisfacción. No pocos besaron las arenosas orillas, necesitaban comprobar que no deliraban. Era verdad, la tierra, firme y sólida como una rodela, ahí se encontraba, rendida a los pies del almirante, que saltó en plancha a la arena. A gritos pidió la bandera y la cruz. Allí mismo, no más lejos, la ensartó y a su lado, oró a la sacra.
Buen relato, con frescura, enhorabuena!
Saludos Insurgentes.
Enhorabuena por tu relato.