—¡¡Cómo quema la arena, joder!!
José miró sus pies sorprendido de verse desprovisto de sus chancletas.
Desorientado, miró a su alrededor tratando de averiguar cómo narices había llegado hasta allí. Los carajillos en el bar con sus amigos debían habérsele ido de las manos.
De pronto entre los frondosos árboles que se encontraban a unos metros de la orilla, percibió movimiento.
—¡Eh! Vosotros, salir aquí que os vea.
Las figuras apenas se movieron, no entendían lo que decía aquel hombre de ropaje extraño que chillaba.
—Vamos, no seáis tímidos.
El más valiente de los nativos, salió un poco de su escondite dejándose ver.
José no salía de su asombro.
—¿No me entiendes? —preguntó.
Al no obtener respuesta dio por sentado que no.
— SOY DE ESPAÑA, ¿Y TÚ?
Nada.
—¡ESPAÑA! No me digas que no lo conoces. ¡Mirar!
Sacó de su bolsillo un llavero del Real Madrid.
Nada.
—Pero cómo no vais a conocer al Madrid. —refunfuñó indignado. — ¿Y a Iniesta? ¿No conocéis a Iniesta? —dijo recreando el movimiento del gol.
El grupo se miraban unos a otros con duda sobre si el sujeto era peligroso, o inofensivamente gracioso.
—No os gusta el fútbol… ¿Y la Casa de Papel? —gesticuló ponerse una máscara —¡Pero si está por todas partes!
Pasó horas enumerando cosas típicas cómo la Sagrada familia, bailando sevillanas, recalcando la diferencia entre una paella y un arroz con cosas… Incluso les habló de Sálvame, pero nada.
Frustrado empezó a pensar que no iba a hacerse entender nunca.
—¡JOSÉ, DESPIERTA DE UNA VEZ!
José despertó sobresaltado, miró su reloj y vio que eran las seis de la tarde.
—Vamos, ir a tirar la basura el niño y tú.
Algo más típico de España que todo eso y acabar los verbos imperativos de forma incorrecta, solo está “la siesta”.
Muy divertido. Me ha encantado
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.