«Una carta sobre cómo morí»

Ni si quiera sé por qué estoy escribiendo esto. Sé que ya no estás aquí.

No escribo una carta desde hace 4 años, cuando te conocí. Recuerdo que acababa de subir a la furgoneta de mi padre para ir al pueblo y solo pensaba en el regreso a casa. No quería salir, no quería conocer a nadie y no quería hablar con mi padre. Por querer no quería ni vivir. 

Llegamos de noche, ya que como de costumbre mi padre tuvo que armar alguna con la furgo y quedarnos en medio de la carretera varias horas. "El espabilado de mi padre" hubiese pensado por entonces con desprecio. Nada más llegar me tumbé en la cama y me puse a escuchar música hasta la mañana siguiente. Por suerte mi móvil se quedó sin batería -todavia agradezco que por aquella época necesitase escuchar música para dormir- así que no me quedó más remedio que salir a la calle.

Todavía disfruto de dar paseos a solas, seguramente ya lo sabrás y te reirás al verme salir a caminar por las mañanas. Supongo que es una costumbre que se me quedó tras esas vacaciones. El caso es que no sé si recordarás cómo nos conocimos. Imagino que sí puesto que no había nada que se te escapase, te acordarás de cada una de las palabras que compartimos ese día.

- ¿Sabes que el mar no se va a mover de su sitio verdad?

Ni si quiera comprobaste quién te dijo eso, simplemente me diste la réplica sin apartar la mirada del horizonte.

- El mar no, pero yo si me moveré de aquí. Prefiero quedarme con la imagen grabada antes de nada.

No eres consciente de lo absolutamente pedante e irritable que me resultaste. ¿Cómo podías soltar una frase tan intensa y quedarte tan ancho? No fue una muy buena primera impresión si me preguntas y de hecho ese fue el motivo por el que decidí seguir caminando.

No sé si conseguiste grabar la imagen del mar desde ese banco en el que estabas sentado, pero agradezco que decidieras moverte para acompañarme en el paseo. Y eso que no fue una conversación muy interesante, de hecho fue incómoda. Mi culpa por supuesto. Pero de tanto insistir conseguiste que me abriera. Fue un paseo interesante. De las primeras veces que me sentía cómodo hablando con alguien.

Al llegar a casa sentí por primera vez satisfacción, la satisfacción de haber pasado un buen rato con alguien que me hizo sentir bien. ¿Quién eras? ¿Quién eres? A día de hoy no tengo respuesta a esa pregunta, ¿o sí? Sé que conozco la respuesta en mi interior pero soy incapaz de sacarla de ahí. Para mí eres un desconocido, uno que mi corazón guarda con cariño.

El resto del verano es historia. Pasarlo contigo me hizo ver el mundo de una manera completamente diferente. Nos conocimos en el peor momento de mi vida, nunca creí que llegaría tan lejos. Nunca pensé que estaría aquí 4 años después. Siendo sincero, nada más llegar al pueblo, la noche antes de conocerte, mi primer pensamiento es que esas serían mis últimas vacaciones, las últimas canciones que escucharía y el último sueño que tendría. Esa mañana salí a dar un paseo, a conocer al mar; sin saber que conocería la vida.

A día de hoy pienso sobre ello, y creo que ese verano morí. Sé que suena absurdo, ¿verdad? Pero es así. Morí. Y desde ese momento mi muerte se repitió incontables veces. Solo hay que ver quién soy hoy y quién fui hace 4 años. ¿Verdad que no hay por dónde comparar?

El caso es que estoy escribiendo esta carta como agradecimiento. No sé si es tarde para agradecer algo así pero es que me acordé ahora. No he escrito una carta desde aquél verano, en el que soltaba todos mis pensamientos y mi rabia para mí mismo, y ahora lo hago para agradecer. Me diste una perspectiva que nunca cupo en mi mente. ¿Sabes? Me acuerdo de uno de los días que fuimos a ver el atardecer. Había visto el atardecer decenas de veces y aún así ese fue el primero que entendí. Desde entonces no me he perdido ninguno, ni amaneceres. Ni nada. Se suele decir mucha eso de "mira tu ciudad con los ojos del turista" pero prefiero pensarlo más como "admira el mundo como si fueras un recién nacido " porque todo lo que nos rodea es increíble. La naturaleza, la gente, todo. Eso es algo que me enseñaste tú y es algo que te tengo que agradecer.

Cuando te conocí todo cobró sentido, tú le diste el sentido. Porque si no hubieses estado ahí sentado admirando el horizonte yo hubiese acabado yendo a la playa.