La noticia cayó sobre Ramón como un jarro de agua fría.
- ¿A la literatura? ¡Tienes que seguir con el negocio familiar, para eso te he pagado una carrera!
- Pero, tengo derecho a elegir mi camino - Replica Sara
- Sí, a mí también me ha parecido que al guisado le sobra comino - Espeta la abuela.
- María, usted no se meta - Ruega su nuera Marta.
- ¿El peta? No, de maría no, hija. Hoy me lo lío de hachís, pero luego, después del postre. Me va mejor para el dolor de cadera.
Marta percibe el enrojecimiento del rostro de su marido y la hinchazón de la vena del cuello y se teme lo peor.
- Ramón, ayúdame a sacar el pastel del horno, que creo que ya debe de estar.
Se lo lleva de la mano, medio a rastras.
Sara aprieta los puños con las lágrimas a punto de desbordar sus ojos. Su abuela la coge de la mano con dulzura.
- Mira, cariño: siempre hice caso a mi padre y he pasado mi vida limpiando culos y fregando escaleras. Ahora ya soy vieja y solo me queda entretenerme haciéndome la sorda y tocándole los cojones a tu padre. Escribes precioso. Lucha por tu sueño; él estará orgulloso. Sólo tiene miedo. Y, a lo peor, tienes derecho a cometer tus propios errores. No te preocupes, yo me encargo de él...
¡Ramón, tráeme el fuet que estoy de antojo! ¡Hay que ver, veinte años a dos velas y pa un polvete que le echo al butanero, me deja preñada! - Dice, guiñando un ojo a su nieta
Una idea muy bien plasmada.
Un giro final brutal, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.