Por fin, después de tres años tengo unos días de vacaciones y he decidido que los pasaré en la playa. Una toalla, una sombrilla y un libro es todo lo que necesito. Para pasar estos días he escogido un libro de una amiga, al que tenía ganas de hincarle el diente. Nunca mejor dicho, ya que se trata de una historia de zombis, llamada El ocaso de los hombres, de Clara Bahillo.
He madrugado para coger un buen sitio junto a la orilla, me gusta que me arrulle el suave ruido de las olas rompiendo en la orilla. Después de un breve baño mañanero, me tumbo en la toalla y abro mi libro. Al principio me resulta curioso que no esté estructurado por capítulos, sino por días, como si de un diario se tratara. El diario de Hugo, se podría decir, un diario que poco a poco nos va llevando de una decepción amorosa, al apocalipsis total.
Estoy tan absorto en la lectura, que no me doy cuenta de que las horas han pasado y la playa ya está llena de gente, niños gritando, mujeres paseando junto a la orilla y hombres sentados en sus hamacas bebiendo cerveza. Pero de pronto hay algo que rompe la “armonía playera”. Oigo unos gritos y giro mi cabeza a la parte derecha de la playa. Entonces veo algo sorprendente.
Un par de niños están siendo devorados en la orilla por un grupo de personas que parece que han salido del agua. Es cierto que los niños pueden llegar a ser molestos en algunos momentos, pero no hace falta llegar a esos extremos.
Noto una mano en mi hombro; giro la cabeza y veo a una mujer que me dice:
—Se ha quedado usted dormido al sol. Tápese o cogerá una insolación.
También yo estoy leyendo ese libro 😊👍
Me encanta ese afortunado giro final. ¿Te imaginas tener que enfrentarte al apocalipsis tan solo con una toalla y una sombrilla? 😉
El guiño a Clara es digno de mención.
Buen relato paisano.
Por cierto Clara, yo también tengo tu libro, tengo pendiente su lectura, es el siguiente en mi lista.
Saludos Insurgentes