Copenhague, octubre de 2011
Theodor está sentado delante de la nueva tableta que ha conseguido gracias a la fabulosa oferta de la tienda de electrodomésticos “Strøm”. Un auténtico pepinazo; WiFi, 8GB de RAM, SSD de 256GB, y sin embargo algo no está yendo bien y la velocidad es extremadamente lenta. Comienza a pellizcar su rodilla y a golpear el suelo con la punta de su pie derecho, como hace siempre que se pone nervioso. Quería decidir cuál sería el destino de las vacaciones de este año antes de irse a la sesión con su psicóloga, pero no va a poder ser, así que se pone el anorak y sale rumbo a terapia.
Llega a consulta, como siempre, diez minutos antes de la hora, si lo hace así algún día conseguirá encontrar en aquella habitación de paredes beige y luz tenue las respuestas a sus preguntas. Eso le dice su mente, la parte irracional de ella, por supuesto, porque, como tantas otras cosas que pasan por su cabeza, aquella extraña superstición carece de toda lógica. Pero allí está, de nuevo, esperando a que Karen le diga que ya puede pasar, como lleva haciendo los últimos diecisiete años.
Theodor tiene veintisiete años y lleva acudiendo a terapia con Karen desde que tenía diez. En muchos sitios ha leído que la terapia debe ser algo puntual que no debe prolongarse eternamente en el tiempo, pero él necesita aquel refugio para poder soltar todo aquello que, el noventa y nueve por ciento de la población, no entendería.
Son unos meses complicados, y una ciudad poco idónea, para la extraña fobia que padece. Theodor padece criofobia, tiene desde niño un pánico irracional al frío extremo, por ello, cada año, elige un destino del mundo donde sea verano, para huir del paralizante frío de la capital danesa. Cuando era niño, viajaba con su padre, y desde hace unos años prefiere viajar solo. Por eso es tan importante para él tener planeado el viaje con antelación, y por eso, se encuentra especialmente nervioso al no haber podido sacar los billetes antes de su sesión.
Theodor vuelve a contar a Karen su recurrente sueño, donde alguien que no conoce le pregunta si se cree lo que le han contado. “Lo que le han contado” hace referencia a la historia que le han relatado acerca del origen de su fobia. Tanto Karen como su padre le han explicado que el motivo seguramente reside en la muerte de su madre, que falleció cuando él era un niño en un accidente de coche, quedando atrapada en la nieve al volver del trabajo. Al enterarse, la mente de Theodor desarrolló un miedo extremo al frío y a todo lo que tuviera que ver con él, así funcionan las fobias, le había explicado siempre Karen. Pero él no recuerda ese accidente, ni a su madre, ni su infancia.
Al llegar a casa coge la tableta para seguir mirando destinos cuando recibe un correo sin remitente “Buenos aires es un buen lugar para huir y para encontrar respuestas”.
Buenos aires, diciembre de 2011
Al llegar a la capital argentina, se dirige de inmediato a la dirección que le fue enviada en un segundo correo tan solo cinco minutos después de recibir el primero. Al llegar se da cuenta que se trata de un antiguo orfanato, y al golpear la puerta, una mujer de unos sesenta años le abre; “Ya estás aquí, pasa”, pronuncia aquella enigmática señora mientras mira a Theodor desde la punta de su zapato hasta su último mechón de pelo.
- ¿Quién es usted? pregunta Theodor nada más entrar y tomar asiento en una pequeña y vieja salita de paredes verdes
-Soy la que te va a contar todo, nunca estuve de acuerdo con la decisión de tu padre y de esa escuchalocos. Yo te hablaré sobre tu madre y te hablaré sobre tí
-No sabía que usted conocía a mi madre
-No solo la conocí a ella, sino que también te conozco muy bien a ti
Entonces, sin pronunciar palabra, la señora da una carpeta a Theodor. Mientras éste trata de encontrar en aquellas páginas algo de claridad la señora le cuenta que había sido amiga íntima de su madre, cuando ésta llegó junto a su padre para iniciar aquel arduo proceso de adopción.
Y entonces, cuando los ojos de Theodor se topan con aquella partida de nacimiento, todo encaja como un puzle de dos piezas. Una endemoniada luz alumbra la oscuridad y lo recuerda todo con una claridad terrorífica.
Recuerda toda su estancia en aquel orfanato durante los nueve años anteriores a su adopción. Recuerda la cara de sus padres mirándolo y diciéndole que a ellos no le importaban todo lo que decían aquellos informes. Recuerda todos aquellos psiquiatras que le hacían preguntas infinitas sobre la vida y la muerte y que acabaron llegando a aquel extraño diagnóstico. Recuerda aquellas palabras salidas de la boca de aquel señor regordete con gafas “extraño tipo de psicopatía nunca antes detectada, donde el sujeto pasa de estados de total falta de escrúpulos y sentimientos a los estados emocionales más intensos. Nunca se ha estudiado una amígdala así”. Recuerda aquel día, ya en Copenhague, donde le pareció divertido encerrar a su madre en aquella cámara frigorífica del restaurante donde trabajaba. Recuerda cómo se reía mientras la escuchaba gritar desde dentro. Recuerda aquella conversación que escuchó a escondidas entre su padre y Karen, psicóloga amiga de la familia, para mantener a Theodor engañado. Recuerda todo lo que su mente decidió olvidar para salvarle de sí mismo.
Copenhague, 7 de enero de 2011
A la vuelta de su viaje, Theodor no va a casa. Hace la noche perfecta para solucionarlo todo. Para reajustar el karma. Quince grados bajo cero y una enorme nevada. Se dirige a un descampado a las afueras de la ciudad, se desnuda y se tumba boca arriba. “Así tuvo que ser desde el principio”, piensa, y en uno de sus momentos de lucidez emocional, y justo antes de morir congelado, comienza a llorar.
Continuos giros, con un giro final espectacular y sorprendente!!
Enhorabuena compañera!
Saludos Insurgentes
Maravillosos giros en la narración, la cual tiene una pluma ágil y fluida.
Enhorabuena :)
Un saludo.
Un relato que te hace pasar por muchas fases.