- ¡Lauren! ¡Gracias a las estampitas de los santos Jimmy Lion y Happy Socks! ¡Guardar todas esas etiquetas que nuestra dueña Mariola quería tirar iban a servir! ¡Cómo le he rezado todos los días y todas las noches al pequeñito Condor!
- ¡Cállate Ralph! ¡Yo no quiero estar contigo, estoy harta! ¡Quiero ser una Mr Wonderful!
- ¡Ah! ¿Cómo osas pronunciar algo así? Esos ridículos soñadores, siempre tan felices, llenos de colores y mensajes esperanzadores. ¡Cuando te laven dejarás de decir tonterías! ¡Menudos hilos traes!
- ¡Hilos los tuyos! ¡Siempre mandando! ¡Vivir a tu lado es insoportable! Los dos iguales, monocromáticos, siempre haciendo lo mismo. ¡Dim! ¡Bien sabes cuánto lo detesto! ¡Y aquí me traes de vuelta!
- ¿Pero qué lanas dices?
- ¡Lo que me sale de la puntera!
- ¡Mira! ¡Por ahí no paso! Me voy al fondo del cajón a ver si se te pasan las tonterías que dices como esos Decathlon!
- Si tú supieras…
Lauren, que ya se conocía los entresijos de la lavadora y las posibles vías de escape, volvió a hacerlo una vez más, aprovechó el conducto del agua para escabullirse entre el hueco que le hizo el jersey de lana merino y el sujetador push-up.
Dos meses más tarde Lauren se dedicaba a hacer skate con un Santa Cruz. Ralph se enganchó de un tornillo sacado del cajón y…
Saludos Insurgentes