Ir la playa de Águilas en Murcia, era algo más que una tradición familiar. Para la familia García era todo un acontecimiento, lo que llevabas esperando todo el año para poder reunirte allí con el resto de la familia que vivía desperdigada por todo el territorio nacional.
Ahora que soy más mayor, pienso qué, no sé cómo hacíamos para coincidir cada año en vacaciones. Tanto mis padres como el resto de mis tíos eran asalariados de clase media y tenían que pedir en sus empresas esa quincena de vacaciones.
Para mi hermano como para el resto de mis primos, eso nos daba igual, no apreciábamos el verdadero esfuerzo que hacían nuestros padres para que cada año, nos fuéramos de vacaciones. Nosotros no dudábamos en ningún momento que después de cada quincena de vacaciones, vendrían las del año siguiente.
Fueron mis abuelos los que compraron ese apartamento y lo dejaron en herencia para que todos sus hijos y nietos lo disfrutaran.
Ese verano de 1.988 todo era tan chulo como el resto de los años, solíamos cruzar una carretera con poco tránsito para ir a jugar a un descampado con una pequeña caseta abandonada donde habíamos creado nuestra guarida, nuestro punto de encuentro y donde pasábamos horas y horas contándonos mil anécdotas que nos habían pasado en nuestros barrios, con nuestros amigos, que ya eran conocidos por todos, era como ver nuevos capítulos de una serie, una nueva temporada.
Nuestro momento preferido era ir después de cenar, cuando la noche había caído, el cielo era negro y las estrellas brillaban en todo su esplendor, con el ruido lejano de las olas del mar, mientras nuestros padres charlaban, reían y recordaban tiempos pasados, no había problema, estábamos muy cerca, a simple vista.
Esa noche, como cada noche, cruzamos la carretera, corríamos a ver quién llegaba antes a la caseta, pero yo no pude correr. A los pocos metros de cruzar, me quedé paralizado, noté como me recorrían sudores fríos, tenía la piel de gallina desde la nuca hasta los pies. Veía alejarse a mi hermano y mis primos para llegar a la caseta, vi como encendían sus linternas, pero yo seguía allí parado, nadie miro atrás, nadie volvió a buscarme, ¿Qué pasaba?.
No se cuánto duro eso, no recuerdo como volví a la caseta, pero cuando quise darme cuenta, estaba allí con mi hermano, con mis primos, todos con sus móviles en las manos enseñándose fotos de los amigos, selfis, sus RRSS, viendo videos en Tic Toc...
¿Móviles?. ¿Selfis?. ¿Fotos?. ¿Redes Sociales?...éramos todos más mayores, pero mucho más mayores, mis primos tenían barba y algunos ya peinaban canas. Miré a mi hermano, casi no le reconocía. Estaba asustado, pero yo pasaba desapercibido, como aquella noche de verano de 1.988.
En silencio, mientras todos miraban sus móviles, salí de la caseta, busqué en mi bolsillo y allí estaba mi móvil. Lo desbloqué y me fui al calendario, 18 de agosto de 2.023. Empecé a notar de nuevos los escalofríos, esos sudores. Mire de frente, no reconocía el paisaje, me costó encontrar la casa de mi familia.
De nuevo baje la vista al móvil, encendí la cámara y la volteé para hacerme un selfi. Vi mi cara, ¿Quién era ese?, ¿Qué había pasado? No recordaba nada, solo esas linternas que se alejaban y yo parado, luego estar dentro de la caseta.
Intenté tranquilizarme, mi cabeza daba mil vueltas, me hacía un millón de preguntas, ¿y mis padres?, ¿mis tíos?, ¿y todos los recuerdos de esos 35 años?
Quise volver a entrar y preguntar a mis primos, pero tenía miedo. "Piensa rápido", "piensa en una solución", "algo tienes que hacer", me decía continuamente.
Me armé de valor y entre, me hice ver, pero nadie me veía, grité, pero nadie me oía, intenté tocarles, pero eran aire, intenté tirar el móvil a mi hermano y fue cuando todos se callaron.
Se callaron al ver el móvil volar hasta el otro lado de la caseta. Cuando mi hermano se levantó, cogió el móvil, pude ver mi cara en su pantalla de bloqueo, pero era mi cara de esos quince años que yo tenía en ese verano de 1.988.
Mi hermano miro a su alrededor y dijo mi nombre, yo contesté, pero nada pasó. El volvió a gritar mi nombre ya con lágrimas en los ojos y salió corriendo.
Mis primos le seguían, yo corrí detrás de ellos. Antes de cruzar esa carretera, mi hermano se paró, mis primos con él. Pude ver como se arrodillaba en el arcén de la carretera, al lado de una cruz llena de flores. Me acerqué, me puse delante de la cruz y leí el cartel que la adornaba.
"Jesús García, fallecido el 18 de agosto de 1.988. Tus padres, hermano, tíos y primos no te olvidan"
«Verano de 1.988»
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Muy descriptivo y bien narrado.
El giro final es brutal!
Enhorabuena compañero!
Saludos Insurgentes
No ha defraudado en absoluto el relato, Chuso. ¡Muy bueno!