«Western (II)»

—Dispara.
—Eres tonta, estás enamorado de él.
—Pero es el malo.
—¿Quién lo dijo?, todos somos hijos de Dios.
—No digas tonterías, ¿me vas a decir que Dios existe a estas alturas?, dispara de una vez.
Julia se debatía entre estas voces que estaban a punto de hacerle explotar la cabeza. El desenlace de esta historia pudiera ser real, si bien no lo es. Sólo se sabe que antes de matar a Ahmed, Julia se abrazó a su fusil y no fue su dedo el que apretó el gatillo.
Hombres hay tantos, que quizás no le costaría enamorarse de uno igual a Ahmed.
—Cuidado, lo puedes matar—gritó la madre de Julia.
Lo inevitable había sucedido. Zanim, que iba a tres metros de Ahmed por la izquierda escondido como un hurón en su pasamontañas consiguió apuntalar con bala su maltrecho corazón situado entre dos voces. Julia murió con honores. Su madre no quiso volver a saber de Ahmed, que los domingos por la mañana optó por no asistir a la Meca nunca más.